Tormento: Capitulo 6

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Un relámpago intenso cegó a Bananeiro. Cerró los dolidos ojos y se los restregó con ambas manos. La imagen de los inertes cuerpos quedó grabada en su retina bailando borrosamente en el aire como un par de espíritus macabros.

-¿Pero...? -dijo intentando abrir los ojos sin éxito.


-¡Encontré mi cámara! -lo interrumpió Joche. José, también llamado Pelucho, tenía casi la misma edad de Bananeiro, tocaba el violín, callado y muy educado, siempre dispuesto a ayudar a los demás. Fanático de la fotografía, en cuanto juntó dinero con su sueldo se compró una cámara profesional que llevaba a todas las reuniones. Se prendía también a jugar al Wolf y de a poco se iba convirtiendo en un excelente Ingeniero.

-¿A esto le sacas una foto? -preguntó Gudrum confundido, se estaba limpiando el vómito de la boca cuando lo cegó el potente fogonazo del flash.

Joche no había visto los cuerpos, sólo se había acercado a la cocina a hacer una broma. Había ido a buscarlos emocionado por haber encontrado su cámara en la oficina al lado de donde estaban reunidos. Bananeiro prendió nuevamente el encendedor y Joche vio los repugnantes cuerpos deformados bajo la débil luz amarillenta. Dio media vuelta deseando no estar allí y corrió hacia donde estaban los demás.

Gudrum y Bananeiro se alejaron de la cocina y volvieron con el grupo, contaron lo que habían visto y la desesperación se generalizó. Lo mejor era salir del edificio cuanto antes y buscar ayuda. Tetra había despertado, su perfil se había desfigurado con el golpe e intentaba sin éxito comunicarse con el celular de David.

De pronto vieron una luz que se acercaba lentamente por el pasillo sacudiéndose en el aire. Pudieron distinguir una grotesca forma humana que caminaba encorvada con esfuerzo sosteniendo la luz en una de sus manos y un bulto cuadrado en su otro brazo. La figura cayó cerca de ellos soltando el celular y el bulto con gran estrépito y se quedó inmóvil tendida boca abajo en el suelo. Se acercaron despacio y reconocieron el rostro.

-¡Ignacio! -dijo Gudrum.
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Cuando desperté sentía como si mil demonios encerrados en mi cabeza me torturaran dolorosamente. Abrí los ojos y vi como la oscuridad se negaba huir de una descolorida y débil claridad. Estaba tendido en el suelo boca arriba y escuchaba voces a mi alrededor. Discutían algo sobre escapar, que los policías estaban muertos, que todos íbamos a morir. Recordé lo que pasó con Cherno y Juan y me senté en el suelo; podía respirar normalmente, el ataque de asma había pasado.

-¿Estás bien Ignacio? -Era Joche, se había acercado al verme sentado-. Tienes suerte de estar despierto, cuando te trajeron acá casi no respirabas, estabas helado y cubierto de sudor. No sabíamos qué hacer, solamente te dejamos en el suelo y comenzamos a discutir sobre cómo salir. No todos quieren irse, estando juntos acá se sienten más seguros que caminando por las escaleras en la oscuridad.

-Me duele mucho la cabeza -dije llevándome una mano a la frente-. Cherno, Juan... creo que están muertos.

-Suponíamos que era así -dijo Joche-. Llegaste casi muerto, con sangre en la boca y sobre tu ropa.  Tenías en una mano una notebook y en la otra un celular encendido. -Miró a los demás y les hizo unas señas, mientras me señalaba  con  la otra mano para avivar al resto del grupo de que yo me había despertado-. Ahí vienen los demás, antes de irnos quieren saber qué pasó, en especial Darkman. Te abofeteó varias veces intentando despertarte pero fue inútil.

Ignorando las advertencias de Juan les conté lo que sucedió, cómo encontramos los celulares, la inesperada actitud de Juancho, los extraños ruidos. Oculté únicamente los detalles sobre que no debía confiar en nadie. El hecho de que Juan había admitido haber matado antes despejaba algunas dudas sobre la cruel muerte del Mati y le ponía rostro al temido asesino al que nadie quería enfrentarse. Con premura y sin aviso la guadaña de la muerte nos segaba uno a uno vedándonos el último adiós, el mismo que Darkman hubiera querido recibir de su hermano. Darkman no estuvo conforme con lo que hice para evitar la muerte de Cherno, me rotuló de inútil y cobarde. No le di importancia a sus dolidas palabras. Me costó creer que no habían escuchado absolutamente nada, la música estaba altísima cuando mataron a Cherno y las oficinas estaban a menos de cien metros de aquí.

-Ya van dos veces que hablan de ese Pico -dijo David fastidiado-. Si alguno más dice algo sobre eso lo voy a tirar yo mismo por la ventana antes de que se suicide.

-Juan dijo que busquemos en el mapa las respuestas -dije sin esperar aprobación-. Sé que todos quieren irse, pero tenemos que ver ese mapa. No me interesa mucho el Pico, pero quizás encontremos el porqué de todo esto. Juancho y Psycobolche nunca fueron violentos, ni de actitudes extrañas, quizás el mapa realmente cambia a las personas. Tenemos una notebook acá y seguramente tiene el Wolf instalado ya que la encontramos en una de nuestras oficinas.

-¡Tu idea apesta! -dijo Aborto muy fastidiado. Nos estábamos agotando de su mal genio-. ¡Tendríamos que estar ya fuera del edificio y vos querés jugar al Wolf porque te lo recomendó la Juancha que además supuestamente mató al Mati! ¡Por si no lo sabías mientras paseabas con tu novia y dormías la siesta los policías aparecieron muertos, si seguimos acá somos fiambre!

No había advertido todavía la ausencia de los policías y no me atrevía a preguntar los detalles de su desaparición. Me sentí extrañamente aliviado, ellos eran quienes no nos dejaban escapar.

-Aborto tiene razón -dijo Duncan- debemos irnos, ya nadie nos detiene aquí, buscaremos respuestas cuando estemos seguros. Tenemos dos celulares, el de David y el que trajo Ignacio. Bajaremos por las escaleras, un celular adelante y otro al final de la fila.

-Tenemos también el flash y la pantalla de mi cámara -agregó Joche sosteniéndola sobre su cabeza.

-Yo no me voy de aquí hasta encontrar a mi hermano -dijo Darkman. Bajo la escasa luz pude ver su dolido rostro sin lágrimas, negando el doloroso final de su compañero.

Un portazo a lo lejos más allá del pasillo nos hizo saltar y quedamos tiesos mirando fijamente la oscuridad como cotorras asustadas en una jaula. Mi corazón aceleró su ritmo golpeándome el pecho y la respiración profunda y sibilante de Darkman a mi lado cortó el silencio como una flecha al viento. Todos esperábamos ver alguien saliendo de la oscuridad pero pasaron los segundos y nadie apareció. Un terrible y sufrido alarido vino del pasillo y nos espantó. Las cotorras enloquecieron en su jaula.

-¡David va adelante conmigo iluminando con su celular! -ordenó Duncan mientras el horrible grito se repetía una y otra vez como un cautivo sufriendo en una vieja cámara de torturas-.  ¡Aborto y Joche al final con el otro celular y la cámara! ¡Los demás no se separen de nosotros!

Cruzamos la puerta que lleva a las escaleras apurados y desordenados. Llevé conmigo la notebook bajo la fría mirada de Aborto condenando mi estupidez. Delante de mí iba Bananeiro intentando inútilmente prender el encendedor, lanzando chispas en la oscuridad que revelaban con su relampagueo el profundo miedo en nuestros ojos. Detrás de mí escuché a Darkman nombrando a su hermano y llorando desconsolado.

Los escalones eran pequeños y de concreto, bajábamos rápidamente, tropezándonos, apoyándonos unos con otros. A Darkman sus piernas le jugaron sucio en una curva y perdió el equilibrio cayendo y golpeando sus rodillas contra el borde de un escalón. Un alarmante ¡crac! hizo eco en los muros y se quedó tendido sobre la escalera, gimiendo y maldiciendo con las manos en una de sus rodillas. La sangre no tardó en brotar como raíces negras escapando entre sus dedos. Marcos y Tetra lo llevaron a rastras. Llegando al tercer piso escuchamos más gritos pero éstos venían esta vez de abajo, de planta baja. Instintivamente nos detuvimos. Eran aislados y podíamos distinguir algunas palabras, “¡No! ¡No!”, entre gritos y ruidos.

Nos quedamos sentados en las escaleras recuperando el aire, asustados y sin saber a dónde ir, aturdidos por los gemidos llorosos de Darkman. En un destello de luz vi sus ojos llenos de odio mirándome directamente.

-Listo -dijo David con su voz golpeando duramente las paredes y nuestra última esperanza-. Estamos muertos.