Tormento: Capitulo 5

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Juan avanzaba por el pasillo con paso firme y constante. Cherno y yo íbamos detrás hablando y mirando atentamente a nuestro alrededor, cada rastro de luz moviéndose en la oscuridad era una fugaz amenaza de muerte. Juan continuaba caminando a paso cada vez más rápido, se alejó de nosotros y se fundió en la negrura como un espectro regresando a sus tinieblas.

-Juan... -lo llamé.

No respondió. Tampoco escuchábamos ahora sus pasos.


-¡Juan! -levanté la voz.

Choqué bruscamente con él, se había detenido en silencio y continuaba mirando hacia adelante.

-Ya llegamos a la primera oficina -dijo ignorando el golpe. Había impactado directamente mi frente contra su cabeza, tuve que sobarme con la mano para calmar el dolor.

Adentro de la oficina una débil luz dibujaba suavemente el borde de los muebles. Venía de las ventanas que vibraban irregularmente con el vendaval, mostrando un cielo de densas e inquietas nubes sin lluvia ni truenos. No se escuchaban más gritos del exterior, únicamente el constante silbido del viento. No encontramos nada en esa oficina así que continuamos por las tinieblas hasta la siguiente. Buscando y tanteando en los cajones encontramos algunos celulares que usábamos para testear el producto de la empresa, los encendimos y una fuerte luz invadió brevemente los rincones siguiendo nuestros movimientos. Probamos la señal telefónica pero estaba caída, era imposible hacer una llamada. Igualmente sentí un gran alivio al distinguir ahora claramente cada sitio que alcanzaban mis ojos. Cherno también se veía aliviado. Juan continuaba removiendo cajones y escritorios sin advertir las luces, encendiendo cada celular que encontraba y tirándolo al piso. Encontramos también un par de notebooks sobre uno de los escritorios, ambas con carga.

Cherno y yo tomamos una notebook cada uno y dos celulares. Juan no llevó nada consigo. Nos quedaban aún un par de oficinas. Salimos al pasillo iluminándonos con la pálida luz de un celular y llegamos a la puerta de la siguiente oficina. Cherno pasó primero y Juan me detuvo poniéndome una mano en el hombro. La puerta se cerró violentamente detrás de Cherno dejándonos fuera.

-¡Cherno! -grité golpeando la puerta. Nadie respondió-. ¡Cherno!

-¡Ignacio, no! -me gritó Juancho sin soltarme el hombro.

Una música en altísimo volumen comenzó con un grito desgarrador dentro de la oficina, “Bodies” de Drowning Pool, la misma que Cherno solía escuchar mientras trabajaba. Distinguimos golpes y ruidos de muebles moviéndose. Bajo la puerta aparecía y desaparecía sin sentido la luz de un celular. Intenté empujar la puerta con todas mis fuerzas pero fue inútil. Le pedí ayuda a Juan pero él solo miraba sin reaccionar. La feroz música desgarraba mis oídos con un irritante chirrido rítmico.

-¡Dame tu celular! -me gritó mirando mis manos.

-¿Qué? -le dije sin mirarlo, casi ni lo había escuchado, estaba aún intentando derribar la puerta-. ¡Cherno!

-¡Ya es tarde para Cherno, dame tu celular!

La música cesó bruscamente. Un extraño sonido gutural se escuchaba pausadamente, como la respiración cansada de un animal salvaje. La luz bajo la puerta estaba quieta y pude distinguir un par de sombras moviéndose lentamente, como un par de piernas, pero eran muy delgadas para ser humanas. Escuché la voz apagada de Cherno.

-Tú... no... existes...

Un golpe fortísimo del otro lado de la puerta me empujó contra la pared y caí al piso. La luz bajo la puerta se apagó con el sonido grave y seco de un cuerpo al caer sobre el suelo, luego escuché como lo arrastraban y la luz volvió.

A mi lado Juan tomó el celular que se me había caído. Estaba encendido y se quedó observándolo.

-No hay milagro más hermoso que ver a tu hija crecer -dijo con absurda calma ajeno a lo que pasaba, acariciando la pantalla en lo que parecía ser una foto de su familia-. Soy afortunado, tuve la dicha de ver mi rostro endulzado en ella, tan cariñosa e inocente, tan única; un solcito tibio regalando besos y abrazos. -Dejó caer al suelo el celular y miró hacia la puerta, su rostro se volvió sombrío-. Vete de aquí, vuelve con tus hijas, encuentra el Pico y vayan allí cuanto antes. No hay tiempo.

-¿Qué está pasando? -le pregunte sin estar seguro si era Juan el que estaba hablando conmigo. Sentí sabor a sangre en mi boca. Escupí y me limpié con el brazo, no podía quitarme el sabor y me repugnaba tragarlo.

-Lo supe desde el momento en que llegamos. Lo mismo que Psycobolche. Algunos fuimos elegidos para dar un mensaje, cuando Pablo intentó hacerlo fue demasiado egoísta, no esperó su momento. Busca en el mapa, tiene todas las respuestas. Yo no soy quien debe darte explicaciones, debes encontrar el camino por tus propios medios si quieres sobrevivir.

-Tú mataste al Mati -dije pero mi voz silbó y se quebró en mi garganta. Sentí un dolor fuerte en el pecho. Recordé mis ataques de asma en momentos de ansiedad, y no tenía mi inhalador para detenerlo. Mis pulmones se cerraron aún más y el sudor me cubrió gélido como un rocío invernal.

-Deja que los muertos piensen en los muertos. Yo debía matarte a ti, aquí y ahora. No pude, tu familia me recuerda a la mía. -Se agachó a mi lado, me tomó de la camisa con ambas manos y me ayudó a sentarme contra la pared-. Nuestros amigos están en peligro, Él está muy cerca de ellos y los necesita sin vida. Cada bocanada de ese aire que tanto anhelas es un insulto a su presencia. -Me miró directamente a los ojos mientras me tomaba de los pelos con fuerza, y su voz cambió, como si volviera de un trance-. No confíes en nadie y no hables con nadie sobre esto; a Él no le importa lo que piensas, sólo quiere sembrarte de dudas.

-¿Quién...? -oprimí mi mano contra mi pecho- ¿Quién eres?

La puerta se abrió lentamente y vi el celular encendido en el suelo junto a una mancha de sangre en el piso arrastrándose hacia el fondo de la oficina. No había rastros de Cherno. Escuché unos pesados pasos y una respiración jadeante en las sombras donde el camino de sangre terminaba.

-Soy Juancho, el doctor -dijo poniéndose de pie-. Y hoy he matado y dejado morir. Un buen médico da la vida por sus compañeros, es momento de corregir mis errores. No voy a detenerlo por mucho tiempo. -Cruzó la puerta y la cerró a sus espaldas.

La luz bajo la puerta se apagó y quedé solo en el oscuro pasillo. Los golpes en la puerta volvieron y ésta se rajó con violencia. Sentí que mi pecho iba a explotar mientras me ponía de pie, mis pulmones resoplaban y rogaban por aire. Cogí del suelo la notebook y el celular encendido y corrí doblado y torpe como un antiguo jorobado en su guarida, iluminado escasamente por la foto de la familia de Juan.